Me siento conmigo en una silla de madera frente a un espejo que ocupa toda la pared.
Me miro cada mañana intentando conocer a la persona que se me refleja.
Hace meses comencé un proceso de reorientación.
Me había perdido durante un tiempo, en otros y en la vida.
Por supuesto, yo esto lo sentía pero no lo veía tan claro.
Empecé a soltar. Mi cuerpo empezó a soltar.
De una manera dolorosa pero inevitable, fui soltando, aún sin saber muy bien porqué.
A pesar de sentirme en medio de la tormenta en el desierto, más aún soltaba.
Sentirse sola y sufriente y materializar en este plano esa soledad es tarea titánica.
Muchas personas no lo entendieron. Otras ni lo intentaron.
Qué más daba. Yo sólo sentía que ya. Que hasta ahí. Que no sabía que venía luego, sí es que venía algo, pero que lo de hasta ahora no.
Para personas ultra sensibles como yo todo este proceso que ahora resumo deja el corazón flotando en el océano...llorando mares que se te quedan dentro...
Yo creo que muchos sabemos de lo que hablo.
Cada uno lo hace y vive a su manera, pero todos hemos llegado a un punto de "basta ya".
Para con nosotros mismos y para lo que escogemos con el resto.
A veces la vida duele.
Pero he comprobado que es más jodido cuando duele tanto que no puedes siquiera llorarla.
No me había pasado nunca.
Ese bloqueo durante meses, en el que el nudo interno no se deshace y apenas puedes respirar.
Y buscas mil maneras de que eso pase, que salga, de darle cauce...y no lo consigues.
Allí sigues con esa paralización que da el pánico, el asombro y la impotencia.
Es difícil de explicar cuando ya ha pasado.
Esa sensación horrible de culpa, de urgencia en transitar, de ya está bien, de no puedo más, de me voy a romper y deshacer y perder en el espacio...
Seguí, con ayuda amorosa de 4 personas contándome a mí, volví a levantarme de ese subsuelo en el que estaba atrapada.
Y un día empecé a llorar.
A llorar desde bien dentro y sentir que ese nudo se iba deshaciendo un poquito.
Habían pasado 8 meses. Y yo sentí que quizá sí iba a poder salir de ésta.
Hoy sigo mirándome con atención para no perder el foco, para poder reconocerme, para intentar recuperarme.
En ese espejo se me refleja una persona que voy conociendo día a día algo mejor.
En esa reconstrucción se perdió una parte de identidad, y no saberte a los 40 años, pues cómo contaros...desconcierta y da miedo, mucho miedo.
A días recupero confianza y solidez. Hago que me inunde la Luz de la vida y del Amor que tengo dentro y que me rodea.
Intento no olvidarme de mí y no perderme de vista, en el otro ni en mí misma.
Esta búsqueda del equilibrio es constante y requiere práctica. Yo lo sé bien y no lo olvido porque es prioridad en mi vida.
Me permito mis momentos, mis días, mis semanas. Y como todos, hago lo que puedo.
Estamos librando batallas en las que no siempre se está luchando, a veces se alza la bandera blanca y hay descanso y disfrute, ligereza y alegría.
Aunque cada vez todo está más mezclado.
Aún no sé quién soy en presencia y no sé si me conoceré del todo alguna vez.
Me miro con asombro cada día e intento quererme desde el mismo lugar de comprensión y compasión desde el que amo a los demás.
Cuando soy dura conmigo me pregunto qué le diría a una amiga, sí la apoyaría o la criticaría. Y saber que estaría con ella comprendiéndola me ayuda a quererme más bonito que antes, a rebajar las expectativas de suma perfección que a veces nos imponen/imponemos.
A mi niña interior, que no ha cambiado, le digo que la quiero y la comprendo.
Que sea pura como es, llena de alegría y luz,chispeante por la vida, con ojos limpios y tan abiertos...
Que no se avergüence de mostrarse, que siga ahí y no desaparezca aunque a veces la olvide.
Mi niña está conmigo y cada vez me da más paz.
Su amor es eterno e infinito como el universo, y su cariño un bálsamo milagroso.
La llevo en mí, la llevo en mi corazón.
Yo te quiero, yo te cuido, yo te amo, yo no te abandonaré.
Palabra de Amor.
*Ilustración: Llorar mares y que se te queden dentro, Paula Bonet.