jueves, 19 de septiembre de 2019

Winter is coming

Pienso ahora en como nuestras vidas se entrelazan, suave o violentamente, para bien o para mal.

En este Enero pequeñito en el que estamos y al que llamamos Septiembre, observo como todos nos movemos cual hormiguitas, con algo de prisa y poca pausa, haciendo acopio de víveres y enseres para el frío que intuímos se acerca.

Era allá por finales de Marzo, cuando aún no llegaba la calor ni a mi frente ni a mi pecho, cuando intentaba salir poquito a poco a este mundo del que, como mi querida Mafalda, por fuerza me había bajado por un rato, sobrepasada de incomprensión y deseosa de calma.

Dicen que es muy fácil salir de este mundo para evitar que te hagan daño, pero que volver es complicadísimo.

Yo creo que las dos cosas son difíciles.

Apearse del vagón en marcha no fue sencillo pero sí obligado y lleno de dolor, pura supervivencia.
"Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo."

Y así sucedió.

Volver fue un acto consciente y voluntarioso, lleno de valentía, miedo y la fe del salto al vacío, con la confianza de que habría agua en la piscina a la que se saltaba, y que si no, ya la iríamos llenando cubito a cubito.

La verdad es que mucha agua no había, menuda sorpresa.

Tocó recomponer un mundo que ya no existía más que dentro de mí, trasladarlo fuera, con personajes apenas existentes.

Con miedo y cuidado, mucho cuidado, fui creando mi microcosmos, eligiendo delicadamente con quién intercambiaba energías y observando con cautela si eso mejoraba mi vida a corto y medio plazo.

Era una tarea complicada, y aún así, por fuerza, intuición y ganas, fue dándose un poquito de forma y consolándome de la desesperanza que había sentido meses atrás.

Crucé mi vida con personas, y éstas conmigo. Pocas. Bien. Pasito a pasito.
Yo, como casi todos, ignoraba donde me iba a llevar el siguiente paso, pero el caso es que me iba sintiendo en el camino.
Destino incógnita, pero caminando como Machado.

Dicen que en estos momentos cibernéticos estamos a un "click" de cambiar nuestra vida.

Y es totalmente cierto.

Ahora me doy ligera cuenta de dónde me han llevado pequeñas decisiones escogidas casi aparentemente por azar.

A cuidarme con conciencia, a conocer, a recuperarme un poco en mi centro, en quién soy yo por dentro y reflejarlo por fuera.
A compartir.
A acompañar y sentirme acompañada.
A vivir experiencias, de a poquito, que me guían en mi camino más íntimo y personal para mi crecimiento y evolución.
A sentir.

Me siento agradecida.

A haberme prestado toda la atención del mundo y seguir haciéndolo.
A atenderme en mi intuición que me sorprende con la magia de la sencillez de los resultados.
A los que hemos decidido acompañarnos y darnos cuidados, atenciones y cariño.
Por haber aparecido y habernos querido quedar.
Por tomar cada día esa decisión.
Porque eso nos haga sentir mejor, los unos con los otros.

A veces aún siento miedo.

De que esto pequeño que para mí es mi mundo y que mimo de la mejor manera que sé se me desmorone y no sepa cómo ni dónde se fue y ya no tenga ganas de volver a construir.

Son nubes que aparecen y me hacen ver lo humana que soy.

Que la posibilidad de la pérdida siempre removerá porque ya no se quiere sufrir más.

Aún consciente de que no todas las ausencias tengan que conllevar dolor, una se sabe para distinguir que algunas muy posiblemente sí.
Y que eso no son sólo apegos sino sentimientos más profundos de conexiones y vínculos más allá de lo tangible y mundano.

A los que no sabemos calibrar con exactitud la cantidad de provisiones necesarias para el invierno, la frialdad del mismo se nos antoja más compleja y mecánica.

Nos asombra como el funcionamiento automático de la vida hace al mundo despertar y buscar a Susan desesperadamente, a poder ser con kit de Batamanta y Netflix incluido.

Es humano y comprensible buscar el calor en el invierno.

Ojalá sepamos darnos a nosotros mismos primero ese cuidado y esa calidez para poder ofrecer a otros no solo una estufa maltrecha, sino un Sol brillante como verdadera fuente de luz y calor que nos alumbre y acompañe.

Porque así, el invierno es menos invierno y el verano llega desde dentro de nuestro corazón.


*Ilustración: Morgan Davidson

martes, 3 de septiembre de 2019

Épica Egoica


2019.
Una cena cualquiera, un restaurante más, una reunión social indiferente.

Durante casi 4 horas el 90% de las frases que salen de la boca de la mayoría de los comensales empiezan por la palabra más importante de los últimos 50 años.
¿Adivináis cuál?
Exacto.

"YO"

Alguien cuenta una anécdota, y el siguiente sigue con otra particular: " Pues yo esto" "pues yo aquello",  "pues yo opino" "yo os explico".

Pues bien.

Convenimos todos a estas alturas que para estar bien con los demás uno tiene que estar bien consigo mismo, que sino no hay tu tía.
Lo hemos aprendido muy bien por ejemplo  en la literatura y mensajes flotantes ya establecidos en la sociedad en lo que yo me permito denominar "Épica del egoísmo" o "Épica Egoica".

Me explico.

Toda esta literatura e información que nos llega de manos de supuestos expertos, algunos gurús, malos terapeutas, youtubers o instagramers, desde el New Age, al positivismo, lo espiritual, el autoconocimiento, la autoayuda, etc, nos ha hecho crear héroes sobre una sociedad y sus valores actuales que no sé yo muy bien si se ajustan a la realidad o más bien al buen deseo del bien sintiente.

El vacío de los que fueron ateos occidentales por descreimiento merecido en una época,  encontró su religión en la espiritualidad que vino del budismo y el hinduismo, donde no había Dioses estrictamente dogmáticos a los que obedecer, y solo había que seguir una máxima:

Amarse mucho.

Y así también amar a los demás.

Nótese que lo escribo separado por párrafos no por una cuestión formal.

Aquí está la clave.
Cada uno se frena en el mensaje en el punto que le da la realísima gana, y la mayoría, para desgracia de todos, se detiene en el primero.

Para qué más que amarse mucho a sí mismo, ¿verdad, amigos?

Cómo se observa, no es nada distinto del cristiano mensaje de:
Amarás al prójimo como a ti mismo.

Solo que oye, ya por entonces en los años 60 el vehículo del mensaje se quedaba rancio de tanto hábito que no hacía al monje, y la campaña de marketing de "Peace and Love"  fue fresca y novedosa en Occidente, aunque  esas enseñanzas y saberes con aires de Oriente sean milenarios y holísticos, triunfaron en aquella época de manera aplastante como maná caído del cielo en modo de nutrición del alma, simplemente porque son Verdades Universales, por lo que, obviamente, éstas calaron como ideas por sí mismas de puras maduras y sencillas.

Hasta aquí todo entendido, understood, continúe y desarrolle.

Parece ser que quien más, quien menos, limpia su armadura antes de salir de casa e incluso algunos para estar en ella.

Ninguna queja en ello.

Ya si limpiamos la cara de dentro de la armadura, chapeu ¿eh?

Pero venga, esto ya es nivel PRO, aceptamos barco, partamos de la armadura, respiremos y prosigamos.

Cuidarse y ser bonitos, querer dar lo mejor de nosotros a los demás es bello, loable, esencial, inteligente, humano.

Pero pasarse de darle cera a la armadura y venga trapo, más brillo, no brilla aún lo suficiente, espera que los demás se reflejen en mi armadura de lo que reluce, y que yo le pueda preguntar por las noches, armadura, armadura, quién es la más buena y mejor del reino...
¿Eso no es sospechoso?
¿Os suena de algo?

Porque yo me harto, HAR-TO, de encontrame personajes que bajo el halo de la "espiritualidad" llevan unas armaduras que ríete tú de Iron Man.

Que van de espirituales y de que han sentido un despertar, y que madre mía ya no son los mismos, y tú, ajá ajá, qué bien, estoy en esa onda, qué bonito que estos saberes universales estén penetrándonos ya en este plano de manera consciente, y de repente...PUM!!

Desde lo alto de su caballo y bien pegaditos a su armadura, rectos, erguidos y con lanza, te clavan la misma "in corpore vivo" si la ocasión lo merece para la consecución de sus objetivos y metas.

A mí me vais a permitir...esto es de bofetón con la mano abierta, así os lo digo.

Porque encima ahora con el argumento de la espiritualidad este tipo de gente, que es mucha, se "exculpan" de cualquier hacer dañino o no considerado, porque oiga, qué pasa, que me estoy queriendo a mí mismo, que yo primero, que yo medito, que yo leo a Ramiro Calle, que pongo frases de Coelho en Facebook y no me pierdo el último taller sobre cómo decir no, que yo controlo, que hay que soltar.

Que sus leyes y conciencia no solo quedan intactas sino que salen reforzadas por haber sido capaces, (ouh yeah), de que nadie se interponga en sus objetivos, qué bien me quiero, qué bien lo hago, así lo dice el Universo, Dios, Buda y nómbrame a cualquier otra deidad y seguro que coincide.

Hay una oda continua al Egoísmo disfrazado de Buenismo, que los tontos y los malvados no saben ni quieren discernir y separar.

Y yo estoy hasta el toto queridos.

De armaduras relucientes y egos enormes regados de nueva intelectualidad y elevación.

De malvados y malvadas que pasarían por encima de tu cadáver y a los que no se les movería una pestaña.

De quién va de amigo y compañero de camino y te suelta unas hostias que te caes de espaldas.

De los que te dicen que te follen y luego sonríen y completan con un guiño y un: pero en plan bien, ¿eh?

De quién utiliza la palabra, y parole, parole, parole, pero actos que son amores hacia los demas, pocos o ninguno.

De quién se ríe de la generosidad y la confunde con tontuna.

De quien te intenta dar gato por liebre.

De los que inventan para hacer que te lo creas.

De las manipulaciones disfrazadas de palabras dulces.

De quien solo piensa en él y dice que piensa en los demás.

De quién no te ayuda a levantarte sino que además si puede, te pisa.

De quien no escucha activamente y comienza todas sus frases con su palabra favorita: YO.

De quién es sordo testicular y emocionalmente, que no escucha lo que no le interesa ni le atañe.

Y todo con una sonrisa de oreja a oreja y coronados de incienso.

Pues que queréis que os diga.
Qué conmigo no.

Que yo a esta épica y estos héroes ególatras no les acepto como referentes ni les aplaudo.

Que no les quiero a mi lado porque ensucian mi entorno.

Que de mí lejitos.

Que no.
Que así no.

Que ojalá en algún momento lean la segunda parte de la frase universal y amen al prójimo.

Pero de verdad.

Con interés y generosidad esencial.

Y no este parapeto que han elegido,
para poder apoyar la cabeza en la almohada por las noches
y no morirse de pena.